jueves, diciembre 03, 2015

El nervio del volcán

Me gusta leer cómics todavía. Lo hago poco, realmente se ha vuelto algo cada vez más y más ajeno en mi vida, pero cuando vuelvo a tener un buen ejemplar entre las manos, de verdad me gusta. Es una pequeña afición que muy poca gente sabe que tengo.
Creo que no hay peor historia que la que tiene un final abrupto o inexplicable. Quien haya llegado al final de un libro y vea que le faltan las últimas páginas, tendrá una idea muy clara de lo que digo. Puede que sea justo eso lo que me impulsa a escribir esto, a darle un final, y no dejar que las cosas se queden en el "¿qué pasó?". Se los debo a ustedes. Me lo debo a mi.
Elegí el nickname de “Francomagno” desde los 18 años. Toda una vida desde entonces. He escrito (de forma intermitente) en este blog desde hace diez. Lo inicié el día previo en que comencé a trabajar como reportero en un periódico de Guadalajara. Fue primero una forma de compartir un hobby que en la vida real todavía muy poca gente sabe que tengo. Luego se convirtió en un refugio para escribir lo que me diera la gana tras largas jornadas de trabajo. Y al final lo sentí como un compromiso con la gente que comenzó a comentar y a formar una especie de comunidad sobre mis textos feos...feos sin duda y muchas veces creados con prisa. Confieso que llegué a actualizar ya asqueado de ver todo el día el monitor de una computadora…
Pero me divertía. Y me emocionaba. Y me daba mucho gusto saberme leído. De verdad, me sentí muy contento durante mucho tiempo aquí, y ese es un GRACIAS enorme para quienes siguen visitando de vez en vez este lugar para ver si volvía, o no me había muerto.
Pues va la verdad, que no hay nada que perder: Renací. Pero para renacer, como bien nos han enseñado los cómics, amigos míos, primero hay que morir.
Pero antes de morir, viví muy intenso. ¿Les puedo contar algo muy personal y que también mucha gente ignora? En algún momento de hace unos años, me enamoré. Mucho, muchísimo, en grado superlativo. Para alguien que vive de escribir aquello que ve y percibe, resulta increíble no poder encontrar las palabras adecuadas para las sensaciones que experimenté. Pero lo más cercano que puedo decirles es que lo disfruté, lo gocé, la vida la percibí en "Alta Definición", como jamás antes. Sentir amor en su estado más puro es más potente que una droga, pues altera de forma brutal la forma en que percibimos el mundo....bueno...no generalizo...me alteró al menos a mi.
También en algún momento del pasado ascendí en mi trabajo. Dejé de ser reportero y me convertí en Editor (con mayúscula, jaja, me estoy dando mi taco). Sí, crecieron las responsabilidades. Acepté hacerlo con la condición de escribir de vez en vez, pues era un vicio que no podía, no puedo y no quiero dejar. Escribir es el camino que elegí. Bien o mal. Es lo que me gusta.
Enamorado, jefe, con carro, planes, muchos planes... ¿qué tal, eh? Realmente mi vida estaba llena, llena y transformada radicalmente a lo que era. Iba que volaba para el “vivió feliz para siempre”.
La verdad, me sentía muy feliz. Mucho. Muy de vez en cuando me les aparecí por aquí para escribir, pero ya no era lo mismo. Había cambiado mucho y no sé, sentí que mi vida iba a toda velocidad hacia el cielo y el feeling que le solía poner a las cosas que aquí escribía se me había evaporado.

Pero pasaron las cosas que pasan cuando sientes que tocas el cielo con las yemas de los dedos. Y un día los párrafos de perfección que escribí antes, comenzaron a borrarse.
Hace tiempo también, terminé con el corazón roto, en tantos pedazos y tan pequeños, que las cenizas humeantes volaron con el viento. No hay palabras tampoco para esta sensación. No las hay, de verdad que no. La tristeza que se siente es como una droga en su estado más puro. Altera como percibimos al mundo...no...no generalizo...me alteró a mi.
Hace tiempo en el trabajo de mis sueños fui el centro de una traición muy, muy dolorosa de gente que consideraba amigos y que un buen día decidieron que era mejor arrojarme por la borda. Envidia, mala leche, odio, doble cara. Traición tras traición.
Y entonces llegó un accidente de tránsito donde me vi involucrado. Fuerte. Feo. Muy feo (no mortal, gracias a Dios). Y terminé…no muy bien. Físicamente no tan lastimado (con un par de cicatrices), pero mentalmente mucho más de lo que me gusta reconocer y esas cicatrices no se cubren con ropa, manga larga...no. No se puede.
Corazón, alma y mente reducidos a escombro. Todo en un lapso de días, les diría que en menos de dos meses si antes toqué el cielo con las yemas de los dedos, ahora me estaba dando un tremendo frentazo contra la misma puerta del infierno. Y pasaron horas, días y semanas muy largas y oscuras.
¿Qué tal, eh? Realmente mi vida comenzó a despedazarse. Quizás algunos que lean esto sepan a lo que me refiero, quizás otros piensen que estoy exagerando y soy un llorón, pero ya saben… nadie sabe qué tan lleno o vacío está el vaso hasta que eres tú el que se comienza a ahogar.
Aquí viene el cliché. Estando allí abajo, muy, pero muy abajo, tuve dos opciones: Quedarme allí, derrumbado física y emocionalmente o subir.
Elegí renacer. Pero renacer implica mucho más que decir “Ya renací, denme mi bibi, soy bebé”. Renacer es estar realmente dispuesto a comenzar de cero. Acepté que las cicatrices del cuerpo y el espíritu siempre van a estar allí, para recordarme no necesariamente lo que pasó, sino que fui capaz de dar un paso más. No les escribo esto porque haya decidido mi renacimiento ayer. Eso fue…hace tiempo. Hoy estoy bien.
Bueno, todo este texto, esta larga explicación/desahogo es un “gracias” por los que vienen, por los que se preocupan o se preguntan si habrá algo nuevo por aquí.
Gracias, gracias. Yo elegí que la forma en que iba a trascender en la vida era escribiendo, y que así era como le iba a decir al mundo, mucho tiempo después de que me hubiera ido en cuerpo, que aquí estuve. Escribí lo que viví siempre que pude.
Escribí lo que sentí lo mejor que pude. Ustedes, al leerme, me dieron una voz y un espacio en su mente, y para eso no hay más que un enorme agradecimiento. Enorme, de verdad. 
Sería mentira decirles que volveré a actualizar el blog. No lo creo. Lo intenté en algún momento, pero como lo escribí antes, y ahora con más razón, he cambiado lo suficiente para darme cuenta que es imposible. Leo mis primeras entradas (horrorosas), y veo a un tipo hasta cierto punto cándido, inocente, muy bobo…muy idealista, muy menso, ja.. ¡Ah!...ah...
Este es un gracias. A los que me leyeron sin comentar, mil gracias. A los que comentaron con humor y rabia, ingenio y peor ortografía que la mía, mil gracias. A todos. A todos gracias. Gracias. 
Me gusta leer cómics todavía. 
Lo hago poco, realmente se ha vuelto algo cada vez más y más ajeno en mi vida... 
pero cuando vuelvo a tener un buen ejemplar entre las manos, de verdad me gusta. Hasta siempre. 
Gracias.