El
silencio abrumador lo domina todo a medianoche en un lugar perdido a la mitad
del Atlántico. Sobre las suaves y gélidas olas del mar, flotan cientos de
cuerpos. Son los muertos del Titanic. Entre todos ellos, una solitaria pareja conversa.
Ella, montada en una puerta de roble que flota caprichosa sobre el océano. Él,
se aferra con ambos brazos al mismo pedazo de madera.
-“Rose,
amor, amor. Tienes que sobrevivir. La ayuda no tardará en llegar”.
-“Pero,
¿sin ti? No es así como quiero vivir. No es así como quiero seguir adelante. ¡Te amo,
Jack! Por el amor de Dios, debe haber alguna forma de salvarnos los dos”.
-“Escucha,
amor, no. Tranquila. La puerta se ve débil, no soportará el peso de ambos. Se
romperá si subo, y moriremos ambos. No resistiré saber que por un deseo egoísta, un
capricho, tengas que morir. ¡Eres lo más grande en mi vida! Te amo, te amo”.
Pero
mientras la melcocha salía de los labios de Jack, notó que la puerta resistía a
la perfección su peso. Rose, recostada a lo largo de la misma, dejaba un
área libre, lo suficientemente grande como para que ambos, quizás sin tanta
comodidad, pudieran esperar la llegada de los botes de rescate y salvarse.
-“Escucha,
corazón. Lo intentaré. Subiré a la puerta, solamente debes hacerte un poco para…”.
En
el mismo instante en que Jack trató se subir, un crujido sonó a lo largo del
madero flotante, revelando de forma inmediata una fractura que amenazaba con
partir la puerta. Si el enamorado tenía dudas de su destino, allí quedaron
disipadas.
-“¡No,
Jack, espera, no subas, por favor, la puerta no podrá con el peso de ambos!”,
expuso la dama, en un ataque de sinceridad carente de todo romanticismo. Y su
fugaz pareja no pudo evitar sentirse herido en lo más profundo de su orgullo al
saber que la mujer por la que sacrificaría su vida estaba más que dispuesta de
hecho a dejarlo morir.
-“Quizás
podría subir, si tuviera menos peso encima”.
-“¿Menos
peso? ¿Me estás llamando gorda?”.
-“Yo
no dije eso. Solamente que la puerta ya tiene mucho peso encima, es todo”.
-“No
soy estúpida, Jack. Sé leer perfectamente entre líneas. Pudiste habérmelo dicho
antes, cuando me usaste como modelo para ese garabato tuyo”.
-“¿Garabato?
¡Mi retrato era perfecto! De hecho, se veía mejor el papel que la realidad”.
-“Eres
un pendejo. Un niño de kínder dibuja mejor que tú. Por Dios, un burro con una
crayola tiene más derecho a llamarse artista”.
-“¿Qué
te pasa, estúpida? Me acabé el lápiz al momento de dibujar tu barriga y muslos.
¡Eran demasiadas líneas! ¿Y sabes qué? Eres tan fría, que seguramente ese
Iceberg no chocó con el barco, sino que te venía a buscar para invitarte a
salir”.
-“¡A
tú puta madre la invita a salir!”.
-“¡No
metas a mi madre en esto, cabrona!”.
-“¡Ni
siquiera la conoces, pedazo de pendejo!”.
-“¡Puta!”.
-“¡Pitochico!”.
-“Es
todo, subiré a esta pinche puerta y te mostraré lo que es un pitochico”.
-“¡Con
un carajo, no! Quédate en el agua, idiota, me vas a hundir”.
-“¿Te
preocupa no flotar, ballena?”.
-“Chingas
a tu madre”.
-“¡No
tengo, pendeja, soy un bastardo!”.
Mientras
los tortolitos forcejeaban, él para subir y ella para ahogarlo, no notaron que
los cuerpos inertes que flotaban a su alrededor comenzaron a hundirse de forma
violenta. Tampoco notaron que la marea se calmó por completo, dando paso a un
tenebroso remanso de calma, solamente interrumpido de forma cíclica por una
serie de burbujeos que emergían aquí y allá esporádicamente.
-“¡Me
estoy congelando, chingado, déjame subir, maldita vaca!”.
-“Ni
madres, cabrón. Me saludas al capitán del barco cuando llegues al fondo”.
-“Si
muero, Rose, no quiero ir al Infierno. No porque sea buena persona, sino porque
sé que tú estarás allí, ¡pinche demonio obeso!”.
-“¡Jódete!
Los perros no van al Cielo ni al Infierno, imbécil. Espero resucites en un
gusano, para pisarte”.
En
ese momento el frío era tanto, que los dos cesaron sus insultos pendejos. Ambos
cerraron por un segundo los ojos, deseando un milagro. Ya no la llegada
providencial de un barco, sino al menos, que el repentino odio que había nacido
desapareciera. Que un milagro divino los hiciera olvidar las emociones
violentas que los embargaban. Y entonces pasó. Ambos lo sintieron.
Jack
y Rose ven salir del agua un gigantesco juego de tentáculos. No eran de un
pulpo, sino mucho más grandes y robustos. Las ventosas, llenas de dientes
filosos como sierras, tomaron uno de los cuerpos cercanos a la pareja y lo
destazaron. La sangre de aquel cadáver bañó la piel turquesa del monstruo.
Era
un Kraken.
Un
pinche Kraken, que disfrutaba como si de bufete se tratara, de los cuerpos
inertes y náufragos del Titanic.
La
pareja, que hasta hace unos momentos se peleaba por un trozo de madera, queda
muda ante el dantesco espectáculo. No pudieron ni pensar ni agregar ni llorar
nada a su desgracia. La bestia marina los devora de forma instantánea, dejando
sobre la puerta flotante el frío silbato, con cuya cuerda plateada Rose
planeaba estrangular a Jack.
4 comentarios:
Jajajajajajajajaja el mejor final de todos los tiempos.
chaquetas mentales x 1000...
Y aun asi lei los 3...
No mama
chale leyendo esto el 25 es mal indicion o mi vida social es casi como la de Don GIovanoli
Gracias a todos por leerlo. Son, por ese hecho, todos unos cracks.
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