Dicen que el encanto de toda trampa radica en que a simple vista, no se ve. Por más elaborada que sea, si su presa la ve antes de caer en ella, pierde toda su efectividad. Sin embargo, si esta es de lo más rudimentaria, pero invisible, se convierte en un arma letal.
Así me pasó con World Soccer 94 Road to Glory para el Super Nintendo, un juego de futbol por demás feo y chafa, con una movilidad para llorar y gráficos que aun para su época eran grotescos monigotes pixeleados cuya única gracias era en mover medianamente las patitas de forma robótica para patear una cosa cuadrada (la "pelota") al fondo de otro conjunto de gráficos apelmazados que era la portería.
Yo tendría unos 12 años cuando me lo compraron y me pareció algo anodino e incluso ofensivo dada la falta de emoción que me despertaba. En aquel entonces sí era un gamer a toda regla y el juego carecía del mínimo magnetismo, así que a los dos días dejé de interesarme y a los dos meses ya era un elemento doméstico para equilibrar libros o de portavasos, más que un cartucho.
Pero como en el futbol, habría revancha, amarga. Cuando estaba en la prepa, unos 4 años después, redescubrí el juego. Ya había consolas de una nueva generación pero alguna noche de ocio se me ocurrió que sería buena idea ponerlo. Para matar el tiempo. Para que me diera sueño. No lo se aun, simplemente lo puse.
Cuando comenzaron a correr los gráficos, otra vez, las mismas viejas fanfarrias, creí que lograría su cometido de aburrirme y proporcionarme sueño. Curioseando en el menú, lo que no hice antes, descubrí que era personalizable. En ese entonces me pareció divertido cambiar los nombres de las selecciones nacionales por los equipos locales. La liga sólo podría ser de 16 equipos pero eso francamente me valía.
Personalicé el juego con 16 conjuntos mexicanos y así comencé un torneo. La mecánica del juego era muy cuadrada, así que para añadir algo de reto, agarraba yo a los peores conjuntos para que al menos me costara un poco de trabajo terminarlo. Me gustó. Jugué como tres horas, y como ya era casi de día, no dormí.
En la escuela, mientras el maestro de álgebra fingía esfuerzo por hacernos entender las ecuaciones, yo garabateaba en mi cuaderno una liga cuyos resultados sólo existían en mi mente.
Al llegar a casa, tiré mi mochila, dejé de lado un trabajo en equipo para armar la maqueta de un volcán y me puse a jugar. "Que lo armen ellos," pensé, "que mucho me había fregado antes. Quiero ponerme a jugar". Armé mi liga e incluso jugué una ficticia copa a eliminación directa. Ahora no me conformaba con cambiar el nombre de las selecciones. También cambié los colores de los uniformes para que todos fuera lo más similares a los equipos mexicanos.
Copa, liga, liguilla, copa. 4 horas.
Después de un tiempo, comencé a registrar los resultados en un cuaderno. Sacaba cocientes, promedios, goles a favor, en contra, estadísticas que sabrá dios a quien carajo le importaba. Me acabé un cuaderno. En un mes había jugado 25 ligas. Al siguiente, 40.
La mecánica del juego era tan simple y estúpida, que comencé a tratar de ganar partidos con los ojos cerrados. Y lo hacía. A veces para no aburrirme, me metía autogoles para empatarme y trataba de darle vuelta a los juegos en los últimos segundos. Y lo hacía. De repente, elegía a dos equipos para jugar. Una vez tardé 6 horas en acabar.
En el momento en que entré a segundo semestre, mi promedio parecía la medición de grados ritcher de un terremoto: 6, 4, 7... el 8 era muy alto.
No me importaba comer, salir, platicar, ver la tele, hacer deporte. No sabía como se llamaba el 90% de la gente que estaba en mi salón, pero conocía el secreto para meter goles desde el banderín de tiro de esquina.
Cuando me acabé dos cuadernos llenos de las más infinita e inmunda cantidad de estúpidas estadísticas de una liga cuya importancia era absolutamente inútil para todo el mundo, caí en cuenta de que era un adicto. A un juego viejo y malo. De seguir así, probablemente terminaría fuera de la prepa y con mi futuro amarrado a un juego pésimo.
Traté de jugar basquetbol y fracasé. Escondí el juego y traté de leer cómics, ó escuchar música, pero a las dos horas el cómic estaba arrumbado y yo estaba con mi jueguito otra vez, pegándole. Sólo una pregunta se me venía a la mente, ¿dónde dejé la pluma para apuntar las estadísticas?
Los vaticinios para mi futuro eran más negros que el futuro de la entonces Yugoslavia: Antisocial, wey, flojo y experto en un juego que fracasó en la crítica para un sistema que ya era una reliquia.
Para quien no crea en milagros, diría que la forma en que me salí de esta adicción fue una especie de "deux ex machina" del destino, pero así fue: El cartucho se quemó. Nunca volví a encontrar otra copia (la busqué) y me curé. No he vuelto a jugar juegos de futbol ni a comprarlos. Que se vayan al diablo. Esa trampa ya la vi.
martes, mayo 11, 2010
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7 comentarios:
jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja
¡Muy buena anecdota! Yo tuve mi adicción con el International Super Star Soccer De Luxe y esta ha seguido con el PRO 98 del Play Station y los Pro Evolution Soccer del 360.
Mención especial merece el clásico "liga mexicana" del play station (que era el winning eleven editado) el cual compré añao tras año a pesar de ser siempre el mismo pinche juego, con la unica diferencia de los equipos mexicanos actualizados. Para la anecdota, Recuerdo que en el primer liga mexicana salía el León... fue en su ultimo año en primera
Excelente post. Muy buena anécdota.
A mi me pasó con algún ISSS, pero salí rápido, para caer en GoldenEye y las "retas" con los amigos.
tuvo buena tu anecdota, a mi me pasa luego con distintos juegos pero no a nivel tan peligrosos, lo bueno es ke a mi los juegos de soccer me aburren solo los jugaba con mis primos por obligacion y ahora ya ni los veo
jajajajaja me paso pero conj uno de futbol americano para curarme lo olvide en un banco de la escuela 2 meses despues supe del que tomo esa maldicion lo internaron porq dejo de dormir el bueysote lo malo de ese juego (que era para NES) incluia el uso del multipad caray cuantos no nos hicimos aadictos luego solo ganaba aque que lesionarra a mas jugadores del rival buen post
Curioso, éste fue mi segundo juego de futbol. El primero, afortunadamente fue prestado.
Me gustó bastante (mucho más que los de nintendo en el nes), me gustaba cuando ponían unos lentes cuando el arbitro no marcaba una falta, la opción de futbol rápido era muy buena, la fanfarria del inicio era genial y que podías hacer varias jugadas en el área del rival sin que metiera las manos.
Muy buena anécdota
jajaja Genial post como siempree Franco Felicidades...me hizo reir un rato y mira ke para ke me hagas reir a mi jaja
Franco, yo tengo ese cartucho...
...
nah... te engañe... =P
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