jueves, septiembre 30, 2010
¡Yabadabadoo!
¿Sería posible creer en la existencia de Los Simpson, Family Guy, South Park o cualquier otra caricatura longeva sin la aportación de Los Picapiedra? Creo que no. Y lo creo porque la familia de Pedro, Vilma y Peebles lograron lo imposible: Empatizar con la clase media, la popular, no de Estados Unidos, sino de continentes enteros.
Con grandes diseños e historias que muchas veces bebían de la realidad para torcerse lentamente en los rumbos de lo ficticio, Los Picapiedra cortaron el listón de una nueva época, donde las animaciones dejaron de ser un producto exclusivamente dirigido para los niños y se convirtieron en el medio de entretenimiento favorito para millones de personas, que crecieron con los personajes.
Si bien no sirvieron para culturizar a nadie (no existieron las brontohamburguesas, los troncomoviles ni mucho menos Piedradura) si lograron romper tabués: Demostraron que ni siquera en la idílica ficción prehistórica existen las relaciones perfectas; el salario no alcanza aunque te pagaran con piedras y la llegada de un nuevo miembro a la familia implica, por la fuerza, madurar.
Curiosamente, Los Picapiedra se convirtieron en el retrato perfecto de la época en que fueron dibujados. En sus aventuras hay referencias, según la temporada, a los Beatles, el Hollywood de la Época de Oro, los hippies, la música disco, el synth y al final hasta el rap.
En México la serie caló más gracias a un extraordinario doblaje que tropicalizó las tramas y la acercaron más a la gente que difícilmente podría imaginar que Pedro se llama Fred y Pablo Barney (para que esto fuera realidad, tendrían que haberse llamado Peter y Paul).
Hoy en día me resulta difícil creer que la franquicia podría regresar a tener éxito sin antes tener una transformación mayor. Los tiempos cambiaron y la gran ironía es que en efecto, ahora Los Picapiedra son una fabulosa, nostálgica y bien conservada pieza de museo. Felices 50 años a la franquicia.
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1 comentario:
Durante más de 40 años han revivido a los Picapiedra de cuando en cuando y siempre han podido actualizar el concepto. Por eso no estoy de acuerdo con decir que la serie es ya una pieza de Museo. Claro, para hacerla a los tiempos actuales se deberían hacer cambios, pero no creo que fueran tan radicales. Me puedo imaginar fácilmente a Wilma hablando con Betty con su celular de piedra y a Pedro usando una rocomputadora.
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