Indiana Jones

La moda de revivir franquicias ochenteras es algo que se ha vuelto común en Hollywood, siempre y cuando se asuman las consecuencias de quererse ganar el “mercado nostálgico”. Y es que los críticos suelen despedazar estas películas más por razones sentimentales (“no es tan buena como las otras”, “no le llega a los talones a la X parte”, “desentona con la saga”, etc) que por motivos técnicos o de mero entretenimiento.
Yo conozco más o menos la mitología de Indiana Jones y lo que significa para el cine, además de lo que ha aportado a la cultura pop (musiquita, escenas de templos perdidos, el látigo), pero debo confesar una cosa: Nunca he visto ninguna de sus películas.
Así que creo que es una ventaja a la hora de juzgar Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, porque no traigo todo ese “bagaje” emocional encima.
La historia, que nos relata como Indi debe regresar una cráneo que parece de extraterrestre o de político mexicano a un templo bastante extraño es entretenida. Tiene escenas espectaculares por decir lo menos y Spielberg se las arregla para meter en dos horas persecuciones, viajes a Perú y Brasil, bombas atómicas, luchas selváticas, hormigas, templos perdidos, magnetismo salvaje, nostalgia, bailes tradicionales, comunismo, boda, platillos voladores, frases en ruso y hasta changos peleadores.
Quienes le pidan fidelidad o apego a la realidad, son los mismos que se quejan de las inexactitudes históricas de 300 o de las imposibilidades biológicas en Godzilla, así que si buscas realismo demoledor, mejor metete a ver Casi Divas. Quienes se hagan a la idea de divertirse, esta película es la ideal, si me lo preguntan, mucho mejor que la Momia, Tomb Raider y Tesoro Nacional, en parte porque hay un genio tras las cámaras (Spielberg, no Lucas) y en parte porque el héroe si tiene carisma y te lo crees a pesar de su edad.
Las dos cosas que me molestaron fue George Lucas, a quien señalo por la idea de meter a los extraterrestres de manera tan burda (pensé que eran Siths o algo así) y a los changos, que es, incluso para la realidad planteada por el film, un elemento sumamente ridículo.
Aun así, gran opción para ver en el cine y ver el gran mérito de la película, que es mantener vivo ese gigantesco mercado de la nostalgia que tan bien vende. Seguro que esto no es lo último que vemos del Dr. Jones.