No se si alguien dentro de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) tiene una especie de pacto con el diablo, o un humor muy negro o de plano es ajeno a las coincidencias. Pero elegir el martes 13 para entregar el Ariel, "máximo premio" de cine que se otorga en México, no deja de ser curioso o mínimo premonitorio de lo que veremos esa noche.
Lo que llama la atención de la ceremonia, que hasta ahora ha brillado por su absoluta intrascendencia, es la impresionante NO participación de los miembros de la Academia para involucrarse en sus propios eventos. De los 500 miembros con derecho a voto para elegir a las ganadoras, solo se dignaron a emitir su sufragio...... 50.
Los últimos años ha visto el "resurgir" del cine mexicano más como tema de discusión que como una industria medianamente sostenible. Sí, se hacen más películas, pero en general las producciones están copadas por el peligroso, engorroso y vetarro grupo de sanguijuelas que se agandallan todos los proyectos para repetir una y otra vez en pantalla los mismos nombres de actores, directores y productores.
Como estará el show que se va a montar este año, que la categoría a Mejor película animada quedó desierta (con todo y que si hubo dos estrenos, la de Nikté y Una películas de huevos y un pollo) y del otro lado, una cinta que duró 20, sí, veinte semanas en cartelera, como El Estudiante, no alcanzó a ser nominada.
Bajo la realidad de que el cine mexicano está en manos de un grupito de intelectualoides juniors con mucho tiempo libre es que ha crecido la presencia de la producción nacional en cartelera, con escaso, mínimo, éxito comercial. Como siempre, los pretextos no faltan para justificar el nulo interés que generan las películas en los espectadores y hasta los críticos, que asisten a las proyecciones con la esperanza de engullir a placer palomitas, kit kats y refrescos de tamaños obscenos.
"Es que no nos dan tiempo en pantalla". "Nada más hablan mal del cine mexicano". "El cine de autor es incomprendido". "Fue la influenza". "La tele no nos quiere pasar". "Los medios se nos cierran". "No hay dinero". "Se nos cayó el patrocinio". "Se nos cruzó la novela". "Nos ponen contra la película gringa". "Es un boicot en nuestra contra". "En México no hay críticos". Este y cientos de mantras se repiten en labios y hocicos de productores, directores e histriones una y otra vez para justificar los esperpenticos ingresos que logran. Será difícil que alguna de esas profundas mentesotas creativas sea capaz de aceptar que la película es un asco, se filmó mal, se promocionó mal, se explicó mal en las ruedas de prensa o de plano jamás se forjó una sinergia laboral apropiada. Los actores jalaron para su lado, el director para el suyo y el productor recogió su lana.
Esa falta de autocrítica no es rara en ningún ámbito laboral, si acaso en el cine es más evidente por la cantidad de dinero que se pierde y el esfuerzo que ponen sus protagonistas para quejarse. A unas horas de que el cine mexicano se premie a si mismo, queda en evidencia la holgazanería inmunda que poseen sus propios agremiados, incapaces de levantar una pestaña para promover con entusiasmo lo que "debería" ser una fiesta. Con una sonrisa socarrona, como de abuelito diabético que esconde sus dulces abajo del sillón, Pedro Arméndariz, presidente de la AMACC, dice que no hay problema, que quien quizo votar lo hizo, y quien no, no. ¿Porque esa suavidad en la crítica hacia adentro? ¿Será acaso, el primer efecto de llevar la ceremonia un martes 13?
domingo, abril 11, 2010
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1 comentario:
"está en manos de un grupito de intelectualoides juniors con mucho tiempo libre"
Muy cierto. Felicidades Franco. Hacía tiempo que no te aventabas un post de éstos, que te quedan bastante bien.
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